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sábado, 18 de enero de 2014

Nomofobia


Como tantos otros, el término nomofobia, que no homofobia aunque puedan estar relacionados, acaba de ser introducido oficialmente en nuestras vidas.

La palabreja deriva, (¡cómo no!) de la expresión inglesa no-mobile-phone-phobia, es decir, y resumiendo: pánico a quedarse sin los servicios del móvil. El asunto, de momento ni siquiera ha sido considerado por las autoridades psiquiátricas internacionales como un trastorno psicológico menor, ni siquiera como una adicción, sino simplemente como un fenómeno social de nuestro tiempo. Según otros estudios, la nomofobia debería ser entendida como una reacción desproporcionada ante el miedo a quedarse sin la ingente cantidad de servicios que, en aumento cada día, nos ofrecen estos dispositivos.

En nuestro país, y de acuerdo a recientes estadísticas, más del 60% de los usuarios de las últimas generaciones de dispositivos móviles inteligentes, presentarían nomofobia en mayor o menor grado. Alguno de los encuestados revelaron que quedarse sin el móvil les llega a producir ansiedad, irritabilidad e incluso pánico. En esos casos habría que considerar que ese llamado, hoy por hoy, fenómeno social dejaría de serlo para entrar de lleno en alguno de los epígrafes que clasifican los trastornos psicológicos de tipo menor e incluso los casos más graves podrían clasificarse como síndrome de abstinencia.

En el Reino Unido la tasa de nomofóbicos en edades comprendidas entre 18 y 25 años se calcula en el 85% para los varones y en el 96% para las mujeres. Paradójicamente, sólo un 2% utilizan el dispositivo móvil para hablar por teléfono. La mayoría se sirven de servicios gratuitos como el whatsApp y similares, estimándose en más de treinta las consultas efectuadas a lo largo del día. Redes sociales, como twitter, facebook o linkedin, accesibles a través del móvil, han venido a complicar aun más este curioso fenómeno de nuestros días. Las agrupaciones formadas en redes por miembros cada vez más numerosos y activos están incrementando peligrosamente este nuevo y adictivo fenómeno social.

Si usted es de los que va al baño con el móvil, lo deja celosamente a su alcance cada noche, es capaz de deshacer un largo camino andado porque lo olvidó en casa, lo deja en modo vibración cuando va al cine  o al teatro y lo consulta continuamente, está claro, que usted, como tanta gente, es una víctima más de la nomofobia. 

lunes, 13 de enero de 2014

¿Cómo es el lector que utiliza un eBook?



En mi post anterior; “Un patético análisis de los best sellers” (http://joseluispalmabooks.blogspot.com.es/2014/01/un-patetico-analisis-cientifico-de-los_11.html) hice referencia al pintoresco estudio de un grupo científico americano que pretendió descifrar las claves de lo que continúa siendo un enigma irresoluble: ¿Cómo se fabrica un best seller?”

Entre los comentarios recibidos ha habido uno, a través de TW, remitido por la excelente escritora Paloma Caraballo quien me dice lo siguiente: “Me temo que el lector de Amazon difiere bastante del lector de Anagrama, pronto se acercarán posturas, espero”. Inmediatamente le respondí: “No entiendo las diferencias, Paloma. ¿Dónde las ves tú?” A lo que ella respondió: “En Amazon se vende principalmente lectura de entretenimiento. Hay editoriales que ni siquiera exponen ahí a sus autores”.


Quedé, al principio, perplejo pero de inmediato este breve diálogo me condujo a la pregunta obligada: “¿Qué habrá querido decir, Paloma, marcando esas diferencias y que luego explica matizando tendencias y gustos literarios en función de una descarga con fines más bien lúdicos (entretenimiento) frente a otros que sólo buscan en el papel la excelencia literaria? Traté entonces de estructurar mentalmente cuatro tipos de lectores a los que denominé de esta forma:

a): Los ebookfilos, que son aquellos que por comodidad, usura lectora (en un eBook caben cientos de libros transportables) o escasos de recursos económicos buscan en amazon descargas de cualquier género y temática, a buen precio.
b): Los papirófilos, que serían aquellos que sólo les place la lectura cuando lo hacen en papel y en el formato que convencionalmente ofrecen las editoriales de siempre y a los que “románticamente” el papel les evoca emociones intelectuales insustituibles y únicas.
c): Los mixtos (entre los cuales me incluyo) que serían los que se sienten cómodos leyendo en cualquiera de los formatos anteriores con independencia de gustos, tendencias y preferencias. Aquí podríamos introducir dos subgrupos: Los mixtos E, que por comodidad prefieren el eBook y los mixtos L que por hábitos adquiridos se sienten más a gusto con un pesado libro de ochocientas páginas en las manos.
d:) Finalmente, y fuera de rango, estarían los iletrados que serían esos extraños bípedos implumes que por no leer no leen ni las letras del karaoke.

No estoy de acuerdo con los planteamientos de Paloma. Para empezar, Amazon no es una editorial al estilo de Anagrama, sino una gigantesca librería de ámbito universal donde libremente publican sus obras autores noveles, experimentados, conocidos, indies, famosos, consagrados, premiados con el Nobel o el Pulitzer, ignorados, poetas, científicos, narradores de cuentos y fábulas y hasta mediopensionistas. 


Vista la magnitud del negocio y el tamaño del escaparate (en cierto modo asilvestrado y un punto descontrolado), las grandes editoriales están subiendo obras destacadas de sus autores más famosos para utilizar esta plataforma como un canal más de venta porque ya se sabe lo que ocurre cuando el río baja revuelto. 

Desde Amazon, por el gusto de leerlos y llevarlos almacenados en mi kindle, me he descargado a precio reducido obras de tanta fama universal como El Quijote, Hamlet, La Divina Comedia, las últimas publicaciones de Murakami, Imre Kertész o García Márquez y todas las Sonatas de Valle-Inclán, por tan sólo citar algunas.



Yo interpreto que lo que Paloma ha querido decir, refiriéndose a los géneros, es que en Amazon las novedades más predominantes suelen ser novelas de corte romántico o erótico (son también las que más venden) pero que aún siendo verdad lo anterior, no sería justo catalogar de “entretenimiento” ninguna novela en función del género al que haya sido adscrita. Hay sesudos ensayos filosóficos, en papel, que son para bostezar, sombras en número de cincuenta para echarse a llorar, historias noveladas óptimas para tergiversar conceptos que se creían sólidos y, en fin, novelas románticas o eróticas que tienen una innegable calidad literaria. En Amazon, como en botica, hay de todo y para todos.

Gracias a Amazon muchos autores como Paloma Caraballo, como yo y como muchísimos más, podemos ver cómo nuestras obras se exponen, a coste cero y con absoluta libertad de manipulación para la mejora, en la librería virtual más grande del mundo y en qué medida nos satisface, como padres de la criatura, cuando verificamos que hay lectores que las descargan, las leen, nos envían sus comentarios y nos permiten lo que hasta hace poco era impensable: mantener con ellos un intercambio de opiniones con la frescura y la celeridad que proporcionan, para bien y para mal, las redes sociales.

Si Jeff Bezos, con una providencial visión comercial, no hubiese creado Amazon en 1996, otros, seguramente, no hubiésemos tenido más remedio que inventarla. 
Pero fue él quien, en el garaje de su casa de Seattle y a partir de una primitiva librería on line llamada cadabra.com, puso, con la ayuda de tres modestos servidores, la primera piedra para construir el emporio librero más grande de nuestros días. Era justo que esto ocurriera. Desde hacía demasiado tiempo el alcanforado mundo editorial no hacía otra cosa que poner el nudo corredizo con tanta saña sobre el cuello de los escritores que, al final, esa misma soga acabó por enredarse fatalmente en su cogotes. ¿De dónde salió la soga? Pues de un modesto garaje doméstico americano que es donde, habitualmente, se gestan los grandes proyectos tecnológicos de nuestro tiempo. Espero el día en que pueda comprarme uno para que venga a rescatarme de mis penurias una idea de éxito.

Gracias, Paloma, por tus estimulantes y polémicos comentarios con los que si no estoy en sintonía no desmerecen los aciertos de tus personales puntos de vista sobre los perfiles de los lectores de nuestro tiempo. Un saludo muy cordial, amiga.

sábado, 11 de enero de 2014

Un patético análisis científico de los bestseller.


Desde que el hombre tuvo conciencia de sí mismo no ha dejado de hacerse preguntas. Muchas ya obtuvieron su adecuada y acertada respuesta; desde la explicación científica del rayo, las oscilaciones de las mareas o el ritmo de las estaciones climáticas. Hay, sin embargo, otras que están aun pendientes de resolución. 
Una de ellas, de alto valor estratégico para los escritores, es conocer al detalle dónde se esconde el secreto (o los secretos) para que una novela llegue a constituirse en lo que ha venido en denominarse un bestseller, es decir, en una obra de alcance universal por el extraordinario interés que suscita entre los lectores. Todo un enigma para el que, por ahora, no hay una respuesta contundente.
Recientemente, unos científicos americanos, sin duda muy aburridos, se han sacado de la chistera un pintoresco algoritmo para dar respuesta a la enigmática pregunta: ¿Cómo se fabrica un bestseller? El análisis "científico" de este curioso trabajo peca de errores metodológicos de bulto. En primer lugar, porque analizan obras heterogéneas de todos los tiempos, en segundo, porque introducen variables analíticas no contrastadas ni contrastables, después, porque no efectúan un test doble ciego frente a grupos diversos de lectores ni tampoco randomizan las variables del estudio, no efectúan análisis estadísticos siguiendo los estándares matemáticos habituales y, sobre todo, porque no tienen en cuenta los gustos y tendencias de los lectores a escala planetaria. Además, el análisis se circunscribe a 800 obras cuando en un país como España el número de libros anualmente publicados supera los 55.000 lo que casuísticamente deja al trabajo con el culo al aire. Pero, en fin, salvando estas nimiedades lo divertido del estudio son sus pintorescas conclusiones. Y así; dicen que el volumen, es decir el número de palabras o el de páginas del tocho, es uno de los factores determinantes del éxito. 
El Quijote o Los pilares de la Tierrra (por su tamañoson pruebas concluyentes para sustentar las tesis de los investigadores mientras que “obritas” como Carta a una desconocida de Stefan Zweig, de apenas 150 páginas, o El niño con el pijama de rayas, que llegó a vender dos millones de ejemplares, no son sino excepciones que confirman la regla y para lo que no encuentran una explicación razonable en su relación éxito/tamaño. Se podría pensar que para estos sesudos investigadores de éxitos, el tamaño no sólo importa, sino que la gente prefiere El libro gordo de Petete a El extranjero de Albert Camus, de unas 120 páginas.
Consideran que la temática, aun estando mal escrita, está por encima de la técnica narrativa. El lector actual, dicen, prefiere la economía en el uso de verbos, adjetivos y gerundios y agradece el uso prolijo de puntos seguidos, y puntos aparte, encajen o no en el contexto. No hacen referencias expresas al impacto que produce en el lector el desarrollo clásico de la trama, es decir;  planteamiento, nudo y desenlace pero, visto lo anterior, esto carecería significado estadístico.
Según ellos, las técnicas sabuesas empleadas hasta ahora por las editoriales, obsesionadas con la caza del bestseller son, a todas luces, erróneas. Dicen que carecen de olfato para detectar el autor o la obra de posible éxito. Y puede que en ese aspecto haya que darles la razón. Cien años de soledad, por ejemplo, anduvo rodando diez años de editorial en editorial hasta que una sagaz agente literaria como Carmen Balcells consiguió que se publicara. 
Esta novela del genial García Márquez fue considerada como de una de las 100 mejores del pasado siglo XX, habiéndose publicado 300 millones de ejemplares traducidos a 35 idiomas. Lo mismo podría decirse de Harry Potter y la piedra filosofal, escrita en una cafetería por una perfecta desconocida y despectivamente rechazada por varias editoriales. Si editorial Planeta hubiera olfateado los aromas de éxito que desprendía la tinta del original de El Código Da Vinci hoy sería toda vía más rica de lo que es.
Y si embargo, el misterio continúa indescifrable porque hay bestsellers que a pesar de tener unas críticas muy desfavorables se siguen vendiendo como rosquillas. El ejemplo paradigmático es la saga de las Cincuenta sombras de Grey una obra que, a juicio de los críticos, no sólo está muy mal escrita sino que las acciones que se desarrollan en la novela son de una zafiedad asombrosa. 
Más cercano a nosotros, el éxito de El tiempo entre costuras no era imaginable para sus editores y mucho menos para su autora; una novela de acciones casi siempre predecibles aunque, en ocasiones, lo rocambolesco de algunas situaciones le confieran un punto de inevitable incredulidad.  Su suntuosa adaptación en formato de serie televisiva ha logrado una audiencia máxima que ha multiplicado sus ventas de una manera extraordinaria, cuando las críticas literarias, por el contrario, la han clasificado como "pasable".
Queda, por otra parte, claro, que la trascendencia mediática del autor, metido circunstancialmente a escritor, es uno de los indiscutibles factores necesarios para fabricar un bestseller. Cuando esto escribo, Ambiciones y Reflexiones, de Belén Esteban o si ustedes lo prefieren de Boris Eizaguirre, ocupa el primer lugar en el ranking de ventas en nuestro país con más de cien mil ejemplares vendidos en su primer mes, mientras que magníficos autores, perfectamente desconocidos, se ven obligados a recurrir a la autoedición por el simple placer de ver publicada su obra y que así pueda ser leída por unos extraños y curiosos lectores empeñados en descubrir a los auténticos e ignorados talentos en el arte de juntar palabras.
Es posible que en un futuro no muy lejano se implementen aplicaciones para smartphones con la idea de guiar a escritores y lectores sobre cómo deben escribir unos y cómo pueden otros comprar bestsellers, con calidad literaria. Tampoco resultaría extraño que, al igual que ya existen programas informáticos para componer música, se instrumenten otros para escribir novelas, automáticamente. Todo se andará. Si un día desaparecieron los telegrafistas y pronto los carteros, no sería extraño que los buenos escritores acabaran también por tirar la toalla; la pluma en este caso.
Si Platón refiriéndose a Sócrates dijo hace siglos: “sólo sé que no sé nada” no creo que anduviese pensando en los enigmáticos resortes que hacen de una obra literaria un bestseller pero, desde luego, con análisis como los llevados a cabo por ese pintoresco grupo de presuntos científicos americanos seguiremos sin saber dónde radica el secreto del éxito.


sábado, 4 de enero de 2014

Albert Camus: La búsqueda infructuosa de la felicidad


Hoy 4 de enero se cumplen 74 años del fallecimiento, en un desgraciado accidente de automóvil, de uno de los grandes pensadores del pasado siglo XX: Albert Camus.

Si Sartre fue el referente de la conciencia social, Camus lo es de la dignidad humana. En la mayoría de sus famosas obras quedó patente la angustia de su propia existencia que trató de transmitir a sus congéneres sin presión alguna. Para él la libertad individual y colectiva era principios filosóficos inherentes a la condición humana, sin posibilidad alguna de negociación. Sus escritos están impregnados del marchamo indeleble de los auténticos sentimientos que emocionan al hombre. Sin él y sin su obra las sacudidas del siglo más convulso de toda la Historia de la Humanidad serían difícilmente comprensibles.

No sería fácil entender la trayectoria de su pensamiento filosófico y de su carrera literaria sin el apoyo que confiere la solidez de sus principios tanto éticos como estéticos. “No existe la felicidad, dejó dicho, sino la voluntad de ser feliz” y añadía: “Sin cultura y libertad la sociedad no es otra cosa que una jungla ingobernable”. Para compensar este defecto, en su discurso para la recepción del Premio Nóbel de Literatura, manifestó: “La libertad se redime por el arte que es un medio único para conmover a la mayoría de los hombres al ofrecerles una imagen privilegiada de los sufrimientos y las alegrías comunes”.

Nació un 7 de noviembre de 1913 en Mondovi, en una Argelia colonizada y tiranizada por una Francia prepotente. Hijo de un pied-noir, contaba solo ochos meses de vida cuando su padre cayó en el frente militar de la Gran Guerra del catorce. Poca instrucción pudo recibir de su madre, una argelina procedente de Menorca, sorda y analfabeta, de la que su hijo haría el referente moral de toda su vida. Desde sus primeros años escolares en una discriminatoria enseñanza de un humilde instituto de Argel hasta ganar la máxima gloria de las Letras en Estocolmo en 1957, Camus fue el paradigma de lo que puede alcanzar un hombre que, a pesar de su angustia existencial, consiguió transmitir los sentimientos que hacen del ser humano un ente único e individual. Posiblemente esa infancia humilde y menesterosa lo condujo a la búsqueda constante de una felicidad imposible. A diferencia de Sartre, pensaba que no es posible la felicidad colectiva sin antes haber conseguido la paz y la estabilidad individual. Todas sus obras están impregnadas de este sentido trascendente de la existencia del hombre.

Recorrer la geografía intelectual de Camus es adentrarse en el controvertido y apasionante mundo de sus pensamientos, ideas y sentimientos.  Su filosofía de vida se resume en una frase que aparece en una de sus más célebres obras: El mito de Sísifo, una obra clave para entender el movimiento filosófico del absurdismo: “En el apego de un hombre a la vida hay algo más fuerte que todas las miserias del mundo. El juicio del cuerpo vale tanto como el del espíritu, y el cuerpo retrocede ante la aniquilación. Adquirimos la costumbre de vivir antes que la de pensar".

Hay que instalarse en el contexto socio-político de su época para entender por qué una persona tan libre como Camus acabó afiliándose al Partido Comunista Francés en 1935, un movimiento que desde sus oscuros inicios negó siempre la libertad individual en pro de un colectivismo devastador. Fue promotor de un  movimiento filosófico bautizado como “absurdismo” en el que, de acuerdo a sus principios, se contenían las claves que ayudan al hombre a soportar la carga de la existencia. Negó reiteradamente formar parte del movimiento existencialista del que, según él, sólo Sartre era el genuino representante de ese controvertido pensamiento francés de mitades del siglo XX.

Leer obras de Albert Camus como La Peste, El Extranjero o El mito de Sísifo (por tan solo citar tres de sus más conocidas) es profundizar en los rincones más confusos de la naturaleza humana cuya razón de ser sólo puede explicarse a través de la angustia que provoca el simple hecho de estar vivo e inmerso en un contexto social en el que el primer “extranjero” afectado por una “peste” incontrolable es el propio hombre que ha dado lugar a ello.

Hoy 4 de enero, aniversario de su absurda muerte prematura (tenía 47 años) es un día muy señalado para homenajear a este singular pensador, leyendo cualquiera de las sobrecogedoras novelas que escribió a lo largo de su corta existencia.