jueves, 24 de abril de 2014

La mezquita-catedral de Qórtuba

Cuentan las crónicas que en el lugar donde los visigodos levantaron en el siglo V la iglesia de san Vicente Mártir ya existía un templo dedicado a una deidad pagana cuyos perfiles han quedado desdibujados con el devenir de los tiempos.

Vista aérea de la actual mezquita de Córdoba


Es habitual que los creyentes hayan elegido siempre emplazamientos donde “la energía cósmica” fluyese de forma tan singular que los lugares de culto estuviesen en perfecta sincronía con las fuerzas ultraterrestres y en perfecta comunicación con la divinidad. Esto es lo que viene ocurriendo desde hace miles de años con ese enclave tan especial a orillas del río Guadalquivir.

Cuando las huestes árabes al servicio del califa de Damasco llevaron a cabo las primeras incursiones militares bajo el mando de Musa Ibn Nusayr y Tariq Ibn Zyiad, que acabaron destronando a don Rodrigo, último rey visigodo, el nuevo emir omeya, Abd al-Rahman I “al-Dájil”, negoció con el obispo de Córdoba (allá por el 780 de nuestra era) la compra del solar donde se levantaba la iglesia cristiana de san Vicente para construir sobre ella la primera mezquita-alhama de la nueva Qórtuba que, con el paso de los siglos, se convertiría en el más bello y magnífico monumento religioso del Islam en Occidente. Otros emires y califas que sucedieron a “al-Dájil”, como Hisham I, al-Mansur o al-Hakam II, contribuyeron para hacer de aquella edificación el más portentoso templo islámico de todo el orbe conocido.

El mihrab de la mezquita
La reconquista de los reinos islámicos de la península Ibérica convirtió a Córdoba en una nueva plaza cristiana tras las batallas llevadas a cabo por el rey san Fernando en 1236. A partir de entonces, la mezquita-alhama fue reconvertida en catedral cristiana. Otros monarcas posteriores llevaron a cabo profundas transformaciones interiores hasta alojar dentro del palmeral pétreo más fascinante del mundo una catedral cristiana de diversos estilos (gótico, renacentista y barroco) que convierte a este templo multicultural y multirreligioso en algo único en el mundo.

Desde los tiempos de san Fernando la mezquita-catedral de Córdoba ha sido propiedad de la Iglesia Católica bajo cuyos auspicios, cuidados y desvelos ha sobrevivido a todas las inclemencias y vicisitudes que marcan el paso inexorable de los años. También ha recibido y sigue recibiendo ayudas gubernamentales y privadas para su sostenimiento y conservación. Desde 1994, la UNESCO la convirtió en Patrimonio de la Humanidad.

Columnata de la época de al-Hakan II

En estos días, para sorpresa de los que amamos y profundamente respetamos aquel sagrado recinto, asistimos perplejos a uno más de los grandes despropósitos con los que un día y sí y otro también, nos amenazan los incapaces y corruptos políticos que tras más de treinta años de poder omnímodo, han transformado una noble Comunidad como la andaluza en un patio de Monipodio. ¡Quieren hacerse con el dominio de la mezquita-catedral!

Catedral en el interior de la mezquita
Y uno se pregunta: ¿A qué viene ahora esto? Y la respuesta, muy simple, se explica únicamente por la  avidez recaudatoria de estos malversadores de caudales públicos que tratan de continuar con sus habituales trampas y corruptelas. Ningún otro afán que no sea el de la rapiña puede motivarlos a emprender una peligrosa e intolerable aventura contra uno de los baluartes más emblemáticos de nuestra vieja historia y nuestra ancestral cultura.

La mezquita de Córdoba, por cuotas de visita, ingresa anualmente algo menos de once millones de euros que son íntegramente reinvertidos en la conservación, mejoras y mantenimiento del sagrado recinto. Una cuantiosa suma de dinero que estos insaciables despilfarradores ambicionan dominar para continuar con sus desmanes y rapiñas.
Hay que confiar en la sensatez del gobierno de la nación y en las miles de voces de algunos movimientos ciudadanos para que no se permita que más de quince siglos de historia y cultura puedan caer en las irresponsables y avariciosas manos de unos ineptos de cuya habilidad para la gestión perversa y antipatrimonial hay abrumadora documentación.

Esperemos que el sentido común acabe por imponerse y que la mezquita-catedral de Córdoba, que a todos nos pertenece, siga bajo el gobierno de los que tras más de ochocientos años han sabido conservarla y engrandecerla.



Si el lector desea más información sobre la construcción de la mezquita de Córdoba y el nacimiento de al-Ándalus lo remito a una historia novelada que bajo el título de “Mi amor por un reino en Córdoba” puede encontrar en diversas plataformas editoriales.













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