Por pura casualidad cayó en mis manos
un libro de divulgación médica (?) titulado “La enzima prodigiosa” escrito por Hiromi Shinya y publicado por la editorial Aguilar. Se dice en portada que el libro contiene la
“fórmula mágica para no enfermar” y se añade que se han vendido más de dos
millones de ejemplares en todo el mundo.
Lo “prodigioso” del libro no es la
inexistencia de una enzima fantasma que el autor se ha sacado de la chistera, y
a la que llama la “enzima prodigiosa”
sino toda la sarta de inexactitudes que se vierte en sus páginas. Y todo ello, además,
con notable mala intención porque entre sus falsos postulados deja entrever que
“su dieta de la enzima prodigiosa” cura todo tipo de cáncer creando,
consecuentemente, en los pacientes tumorales falsas expectativas a todas
luces crueles, por inexactas.
Para empezar el autor se declara “padre de la endoscopia” lo cual es
rotundamente falso. Fue el Dr.
Hirschowitz junto con Curtis y Peters quienes en 1965 exploraron por primera vez el interior del colon con la ayuda de un colonoscopio flexible
de fibra óptica. Además el autor del libro dice haber realizado en sus cuarenta años
de profesión más de 300.000 colonoscopias lo que física y temporalmente es imposible.
El libro no dice sino generalidades
vagas largamente repetidas en este tipo de publicaciones; que si la leche de
vaca y las grasas animales son muy malas para la salud, que el tabaco y el
alcohol producen cáncer, que el pescado es bueno pero que en exceso puede
aumentar el cáncer de estómago y que la fibra vegetal, en el seno de la
medicina natural es muy buena para la salud en general
y para prevenir el cáncer de colon, en particular.
De paso, el presunto endoscopista no
tiene empacho alguno en arremeter contra los más que verificados tratamientos
antitumorales actuales argumentando, irreflexiva y temerariamente, que aceleran
el cáncer. Para evitarlo, propone seguir “su” dieta, básicamente constituida
por una alimentación sana en general con restricciones calóricas para evitar la
obesidad, suprimiendo las grasas saturadas, el alcohol, té, café y tabaco. ¡Qué
originalidad, Señor!
Lo más atrevido del libro es que, sin
base científica alguna, el presunto oncólogo se inventa una “enzima madre” a la que llama “enzima prodigiosa” y a la que hace
responsable de la buena salud de aquellos incautos que siguen “su” dieta milagrosa
librándolos del cáncer. Pero a mitad del libro, el autor, posiblemente bajo los
efectos alucinógenos de la referida enzima, reconoce que jamás ha podido demostrarse, científicamente, la existencia de esa
“enzima prodigiosa” pero que él cree firmemente en ella, o sea; como lo de
las meigas gallegas pero bajo la forma de catalizadores bioquímicos. ¡El colmo!
El traductor del texto original en
inglés, para estar en sintonía con el contenido del libro, hace una pésima
traslación de los vocablos médicos anglosajones al idioma de Cervantes. Así,
traduce to remove (que significa
médicamente extirpar) como “remover” que vaya usted a saber lo qué ha
pretendido decir con esa traducción al dictado de la fonética. Es decir, ni
siquiera se ha molestado en consultar un traductor de términos médicos, de los
muchos que en Internet están al alcance de cualquiera . En otros párrafos habla
de “las células del ADN” en vez del ADN de las células estructurado en sus cromosomas.
Para mayor abundamiento, confunde las proteínas de la leche con las del queso y
mezcla las enfermedades autoinmunes y el cáncer de colon con la apnea del sueño
o la enfermedad de Chron.
El libro se vende al módico precio de
17 euros en librerías y a 9 euros la descarga en amazon para eBook . Y lo
curioso es que, a pesar de las numerosas críticas adversas de los lectores, el
bodrio ocupa los primeros lugares del ranking
de ventas.