Hoy 4 de enero se cumplen 74 años del fallecimiento, en un
desgraciado accidente de automóvil, de uno de los grandes pensadores
del pasado siglo XX: Albert Camus.
Si Sartre fue el referente de la conciencia social, Camus lo es de la dignidad humana. En la mayoría de sus famosas obras quedó patente la
angustia de su propia existencia que trató de transmitir a sus congéneres sin presión alguna. Para él la libertad individual y colectiva era principios
filosóficos inherentes a la condición humana, sin posibilidad alguna de
negociación. Sus escritos están impregnados del marchamo indeleble de los
auténticos sentimientos que emocionan al hombre. Sin él y sin su obra las
sacudidas del siglo más convulso de toda la Historia de la Humanidad serían
difícilmente comprensibles.
No sería fácil entender la trayectoria de su pensamiento
filosófico y de su carrera literaria sin el apoyo que confiere la solidez de
sus principios tanto éticos como estéticos. “No existe la felicidad, dejó dicho, sino la voluntad de ser feliz” y añadía: “Sin cultura y libertad la
sociedad no es otra cosa que una jungla ingobernable”. Para compensar este
defecto, en su discurso para la recepción del Premio Nóbel de Literatura, manifestó: “La libertad se redime por el
arte que es un medio único para conmover a la mayoría de
los hombres al ofrecerles una imagen privilegiada de los sufrimientos y las
alegrías comunes”.
Nació un 7 de noviembre de 1913 en Mondovi, en una Argelia
colonizada y tiranizada por una Francia prepotente. Hijo de un pied-noir, contaba solo ochos meses de
vida cuando su padre cayó en el frente militar de la Gran Guerra del catorce.
Poca instrucción pudo recibir de su madre, una argelina procedente de Menorca, sorda y analfabeta, de la que su hijo haría el referente moral de toda su vida. Desde sus primeros
años escolares en una discriminatoria enseñanza de un humilde instituto de
Argel hasta ganar la máxima gloria de las Letras en Estocolmo en 1957, Camus fue el paradigma de lo que puede alcanzar un hombre que, a pesar de su
angustia existencial, consiguió transmitir los sentimientos que hacen del ser
humano un ente único e individual. Posiblemente esa infancia humilde y
menesterosa lo condujo a la búsqueda constante de una felicidad imposible. A diferencia
de Sartre, pensaba que no es posible la felicidad colectiva sin antes haber
conseguido la paz y la estabilidad individual. Todas sus obras están
impregnadas de este sentido trascendente de la existencia del hombre.
Recorrer la
geografía intelectual de Camus es adentrarse en el controvertido y apasionante mundo
de sus pensamientos, ideas y sentimientos. Su filosofía de vida se resume en una frase que aparece en
una de sus más célebres obras: El mito de
Sísifo, una obra clave para entender el movimiento filosófico del absurdismo: “En el apego de un hombre a
la vida hay algo más fuerte que todas las miserias del mundo. El juicio del
cuerpo vale tanto como el del espíritu, y el cuerpo retrocede ante la
aniquilación. Adquirimos la costumbre de vivir antes que la de pensar".
Hay que instalarse en el contexto socio-político de su época para entender por qué una
persona tan libre como Camus acabó afiliándose al Partido Comunista Francés en
1935, un movimiento que desde sus oscuros inicios negó siempre la libertad
individual en pro de un colectivismo devastador. Fue promotor de un movimiento filosófico bautizado como “absurdismo” en el que, de acuerdo a sus
principios, se contenían las claves que ayudan al hombre a soportar
la carga de la existencia. Negó reiteradamente formar parte del movimiento existencialista
del que, según él, sólo Sartre era el genuino representante de ese
controvertido pensamiento francés de mitades del siglo XX.
Leer obras de
Albert Camus como La Peste, El Extranjero o El mito de Sísifo (por
tan solo citar tres de sus más conocidas) es profundizar en los rincones más
confusos de la naturaleza humana cuya razón de ser sólo puede explicarse a través
de la angustia que provoca el simple hecho de estar vivo e inmerso en un
contexto social en el que el primer “extranjero” afectado por una “peste”
incontrolable es el propio hombre que ha dado lugar a ello.