...Hace frío cuando los dos hombres abandonan el
bar. Conforme la noche se desvanece, el día se va acristalando en el color de la
tristeza. El hombre uno piensa que será una jornada tan cargada de malos
presagios como las cinco mil últimas que guarda en su memoria. Son
pensamientos suyos que por lealtad hacia sí mismo no desea compartir con el
hombre dos. Es posesivo de lo que cree que le pertenece.
Es casi lo único que le va quedando. Eso, y la memoria. Se despiden sin ninguna
efusión. El hombre uno toma la acera por la derecha y el hombre dos por la
izquierda. A los pocos pasos son conscientes de que han errado el camino. Dan
media vuelta y, con precisión matemática para no volver a perderse, cada uno
toma la senda acertada; el hombre uno hacia la izquierda y el hombre dos a la
derecha. Los ritmos de las zancadas son idénticos, como si llevasen ensayado el
paso desde hace mucho tiempo, como si ambos hubieran hecho el servicio militar
en el mismo regimiento. Cuando se cruzan no se ven y, por tanto, no se saludan.
Cada uno va envuelto en sus propias cavilaciones. Antes de llegar a su calle el
hombre dos se apoya en la barandilla del puente y se entretiene viendo el paso
incesante de los primeros trenes de cercanías, mientras apura su último
cigarrillo de la noche...
"La china" es una historia breve incluida en el libro de relatos: "Desde el diván de Frois")
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