España, para algunas cosas, no siempre buenas, ocupa los primeros puestos en el ranking de países europeos. Somos los primeros en tener las tasas de natalidad más bajas de la Unión y lo somos también en el mayor número de divorcios por número de habitantes y año. Según recientes estadísticas, cada año se rompen unos 150.000 matrimonios lo que significa que tres de cada cuatro uniones legales acaban en divorcio. Los jóvenes, conscientes de esta realidad y conocedores de las graves consecuencias económicas que acarrea un divorcio ( a pesar del llamado “divorcio exprés”) optan cada vez más por las uniones de hecho o en muchos casos por el simple “arrejuntamiento”.
Psicólogos y sociólogos han dado y siguen dando numerosos argumentos para explicar este fenómeno explosivo y de entre ellos destacan: los nuevos estilos de vida, la “inaceptable” igualdad en el reparto de tareas domésticas, las largas jornadas laborales fuera del hogar, las agobiantes cargas económicas, la responsabilidad compartida ante los hijos, o más bien ante el “hijo único”, y la incapacidad del varón para asumir con “naturalidad” el nuevo papel que juega la mujer en todos los órdenes de la vida, sin hacer cuenta de las infidelidades mutuas, un hecho que según las estadísticas se prodiga en nuestra sociedad con mayor naturalidad y a lo que cada día se le otorga menor importancia personal y social. El “me vuelvo a casa de mi madre”, antes tan femenino, hoy lo pone más en práctica el hombre que la mujer.
Sea como fuere, mientras que la mujer ha conseguido ocupar el sitio que legítimamente le corresponde en la sociedad conyugal, el hombre, por el contrario, se ha llegado a sentir tan desplazado por la realidad que ha optado por el divorcio como única vía de escape aunque, paradójicamente, sea la mujer la que, al día de hoy, supera al varón en demandas para la ruptura legal.
No sé si es o no verdad la anécdota que cuentan de los Obama. Dicen que tras una cena de gala para recaudar fondos de campaña, muy a la americana, el matrimonio más aparentemente feliz y campechano de EEUU pidió ver a los cocineros para agradecerles las exquisiteces servidas en el banquete. Al ver el presidente más poderoso de la Tierra cómo su atractiva esposa Michelle bromeaba festivamente con uno de los más apuestos cocineros de aquel equipo de magníficos chefs, Barak se dirigió a su cónyuge diciéndole: “Si te hubieses casado con él hoy serías una cocinera de fama mundial” a lo que la primera dama americana respondió con esa agilidad mental que le es tan propia: “No, mi amor, si me hubiese casado con este simpático cocinero él sería hoy el presidente de los Estados Unidos de América”.
Sea cierta o no la anécdota presidencial lo que si parece estar claro es que detrás de cada gran hombre siempre suele haber una mujer…¡sorprendida!