"El Paciente de El Pardo"
Francisco Franco, el general que desde el uno de abril de 1939 ganó una encarnizada guerra civil, ostentó un poder omnímodo durante cuarenta años en lo que para algunos fue una férrea y cruel dictadura y para sus más afines, una próspera y aceptable “dictablanda”, particularmente en la última década de su gobierno.
Francisco Franco, el general que desde el uno de abril de 1939 ganó una encarnizada guerra civil, ostentó un poder omnímodo durante cuarenta años en lo que para algunos fue una férrea y cruel dictadura y para sus más afines, una próspera y aceptable “dictablanda”, particularmente en la última década de su gobierno.
No es mi intención traer a este post una valoración política
de sus años de gobierno sino contar, a través de un libro, mi experiencia
personal, como médico, de sus treinta y ocho últimos y agónicos días que se iniciaron
un quince de octubre de 1975 hasta la madrugada del veinte de noviembre de ese
mismo año en que falleció. Si me atrevo a hacerlo es porque yo fui testigo
directo de aquellos hechos.
Las cosas que ocurrieron durante ese período las dejé
escritas en una obra titulada “EL PACIENTE DE EL PARDO” y que está a
disposición de quien quiera informarse de todos los detalles. Pueden hacerlo mediante
una descarga digital online o adquiriéndola en papel. Fue publicada en dos
ediciones distintas. Al final daré las oportunas referencias.
Las circunstancias (uno nunca sabe qué le tiene reservado la vida) me condujeron al hospital universitario La Paz de Madrid en 1974, tras licenciarme en Medicina en la universidad de Navarra y haber hecho el doctorado y la especialidad de Cardiología en la universidad de Montreal (Canadá).
Las circunstancias (uno nunca sabe qué le tiene reservado la vida) me condujeron al hospital universitario La Paz de Madrid en 1974, tras licenciarme en Medicina en la universidad de Navarra y haber hecho el doctorado y la especialidad de Cardiología en la universidad de Montreal (Canadá).
Al incorporarme al departamento de Cirugía Cardiovascular
del mencionado hospital se me destinó, por encargo directo del Dr. Cristóbal
Martínez Bordiú jefe de aquel servicio, a la Unidad de Reanimación. Justo el
lugar en que yo deseaba trabajar; en aquel entonces yo sentía una auténtica
pasión por la Medicina de primera línea. Sería precisamente en aquellas
dependencias hospitalarias donde vendría a morir el Jefe del Estado, tras una
larga y espantosa agonía.
El día doce de octubre de 1975, (poco después de los
fusilamientos de varios activistas del FRAP y de ETA, seguidos de la quema de
embajadas, de un nuevo bloqueo internacional y de una última aparición del
dictador en el balcón principal de la plaza de Oriente de Madrid), Franco
celebró su último acto público inaugurando el nuevo curso en el Instituto de
Cultura Hispánica. Las imágenes que dieron de él los informativos hablaban por
sí solas. El general, de ochenta y dos años, aparecía tremendamente envejecido
y torpe. Se dijo que estaba aquejado de una gripe otoñal. Sin embargo, los acontecimientos
inmediatos indicarían que, ese día, las campanas del final de la última dictadura
de Occidente habían comenzado a tocar a rebato.
En la madrugada del quince de octubre (día de santa Teresa
de Ávila) el inquilino del palacio de El Pardo desde hacía cuarenta años y en
presencia de la reliquia del brazo incorrupto de la doctora eclesial, sufriría
un extenso infarto de miocardio que sería, tan sólo, el principio de una larga serie
de complicaciones médicas que, finalmente, acabarían con su vida a pesar de los
denodados cuidados médicos que un equipo de treinta y ocho facultativos le
prodigamos durante un mes agónicamente interminable.
En aquella España, que nace de las cenizas de una contienda
brutal y que se extingue cuarenta años más tarde con la muerte del dictador, el
oscurantismo fue uno de los pilares básicos en los que la dictadura asentó su
inquebrantable firmeza y que la hizo inmune frente a cualquier tentativa
desestabilizadora. Era, por tanto, razonable, que todas las noticias que se
dieron a lo largo de su enfermedad estuviesen teñidas con el halo opaco de la
duda de modo que las informaciones oficiales no fuesen tomadas como veraces o
fuesen aceptadas con toda clase de reservas.
En aquel estado de confusión, cualquiera se sentía
capacitado para difundir noticias, a cual más inexacta. Inmediatamente después
de que se informase en el primer parte médico, de fecha veintiuno de octubre de
aquel año, que el Caudillo había sufrido un grave proceso coronario agudo, la
mayoría de los órganos de comunicación internacional anunciaron a bombo y
platillo la muerte del dictador. En los luminosos de Times Square en Nueva York pudo leerse: Franco is died, mientras que todos los periódicos del mundo se
hacían eco de la falsa noticia con titulares desbordantes.
En España, los bulos se propalaban incesamente. Los
periódicos contrataron médicos para descifrar unos partes facultativos en los
que la transparencia informativa daba lugar a la duda razonable. Muchos,
escribieron desde su propia intuición y otros desde una posición francamente
mal intencionada. Se dijo que entre los que compusimos el “equipo médico habitual" se estableció un “pacto de silencio”. Falso; no hubo tal pacto. Simplemente, se
acordó que el Dr. Pozuelo, médico personal de Franco, fuese el portavoz oficial
para cualquier información dada sobre la evolución de la enfermedad. Los medios
de comunicación nos acosaban para “sacar la verdad” de unas informaciones que,
a su juicio, eran rotundamente falsas.
Si Franco falleció en 1975, yo publiqué el libro en el que
relato su agonía y muerte en 2004, es decir, casi treinta años después. Muchos
me han preguntado por qué tardé tanto en hacerlo. Intencionadamente, dejé pasar
todo ese tiempo para crear en mí mismo un clima de serenidad y lejanía que me
permitiese un abordaje neutral y auténtico de los hechos y para que el lector
se informara de aquellos acontecimientos, igualmente desde la serenidad y la
ausencia de toda visceralidad hacia el personaje.
En “EL PACIENTE DE EL PARDO” relato los hechos médicos y
ambientales (básicamente, sociales) que se produjeron durante la agonía y
muerte del dictador; desde la noche del infarto hasta la del fallecimiento con
todas las complicaciones clínicas que hicieron de aquella agonía un proceso
médico sin precedentes. En la obra se relatan hechos y anécdotas desconocidas y
se construyen escenas reales acerca de la familia Franco, en aquellas duras y críticas circunstancias, así como el
comportamiento de los entonces Príncipes Juan Carlos y Sofía que heredarían, de
manos del agonizante, la futura Corona de España.
Todo cuanto se contiene en el libro responde, fielmente, al desarrollo real de los acontecimientos; desde las controvertidas deliberaciones del equipo médico en el que las discrepancias respecto del modo de actuar fueron, en ocasiones, dramáticas, hasta la última escena: la del fallecimiento, que se produjo cuando de un modo natural, el viejo organismo vencido del paciente se rindió ante la llegada inapelable de la muerte.
Todo cuanto se contiene en el libro responde, fielmente, al desarrollo real de los acontecimientos; desde las controvertidas deliberaciones del equipo médico en el que las discrepancias respecto del modo de actuar fueron, en ocasiones, dramáticas, hasta la última escena: la del fallecimiento, que se produjo cuando de un modo natural, el viejo organismo vencido del paciente se rindió ante la llegada inapelable de la muerte.
La prestigiosa periodista Victoria Prego, que tuvo la
amabilidad de prologarme el libro, realizó para TV1, una serie de enorme éxito denominada
“La Transición” en la que con la asesoría de algunos testigos directos describe
minuciosamente los acontecimientos acaecidos durante la agonía y muerte de
Franco. Otras publicaciones, por contraste, abordaron el tema con desigual fortuna.
Antena 3 Televisión, por ejemplo, emitió hace algunos años una TV movie, en dos capítulos de dudosa
calidad, en la que los guionistas efectuaron un desafortunado plagio de los
hechos que se relatan en “EL PACIENTE DE EL PARDO” como quedaría posteriormente
constatado en una sentencia judicial.
El libro fue publicado por primera vez en 2004 por la
editorial Rey Lear, Agualarga editores, y reeditado en 2008 por Real del
Catorce ediciones. En 2012 la obra se subió a la plataforma de ediciones
digitales on line amazon y desde entonces se mantiene en el TOP 100 en el género
de historia y biografía, con críticas muy favorables.
Se suele decir que la historia la escriben los
acontecimientos para que, intencionadamente, la emborren los hombres. Por eso,
he procurado alejarme de cualquier tentativa guiada por la alabanza o el odio y
he tratado de dejar escrito en este libro únicamente la verdad de unos hechos
que, indudablemente, cambiaron el rumbo de la reciente historia de España.
A Francisco Franco, con sus defectos y virtudes, sólo cabe
desearle, como a todo hombre, larga vida tras su muerte.
EL PACIENTE DE EL
PARDO.
(Prólogo de Victoria
Prego)
Disponible en la mayoría
de las librerías, publicado por Editorial Real del Catorce. 2008.
Y a través de eBook
kindle copiando el siguiente enlace en tu navegador
http://www.amazon.es/EL-PACIENTE-DE-PARDO-imprevisible-ebook/dp/B00865VZXM/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1385118238&sr=8-1&keywords=el+paciente+de+el+pardo
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Leí este libro y me impactaron algunas partes. Es un relato verídico y por lo tanto sumamente interesante de una parte de la historia de España que les guste o no, forma parte de ella.
ResponderEliminarTal vez lo que más llama la atención de la obra es la manera impecable como está escrita. No se lee como un parte médico, se pueden "vivir" a través del narrador los sentimientos, miedos, temores, pasiones y odios que generaba el personaje y comprender mucho del porqué hoy en día algunas personas consideran que fue una época positiva, de alguna manera y negativa para otros. Una entrada estupenda, clarificadora.
Gracias Blanca. Comentarios como el tuyo animan a seguir escribiendo. Un abrazo.
EliminarEs una crónica impecable con un valor testimonial para todos los que vivimos aquel momento. También se agradece al autor la asepsia política con la que está escrito, que ya ha sido más que opinada la vida y muerte de un dictador, pero no teníamos algo alejado de toda crítica hasta que se escribió este libro. Felicidades a su autor y gracias por este testimonio.
ResponderEliminarMercedes Gallego, muchas gracias por tu comentario y por los continuos apoyos que nos ofreces día a día a todos los que.como tú, vamos remando en la misma dirección. U abrazo.
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