BREVES BIOGRAFIAS DE CARDIÓLOGOS QUE HICIERON HISTORIA
Dr. ANDREAS R. GRÜENTZIG.
La solución a un grave problema coronario se planeó en una
cocina suiza. Así nació la angioplastia.
Andreas
Roland Grüentzig, nació el 29 de junio de 1939 en la ciudad alemana de
Dresde. La Segunda Guerra Mundial estaba a punto de empezar. Al final de la contienda, su ciudad natal
sería arrasada por las bombas de los aliados cuando la Alemania nazi ya se
había rendido. En aquel bombardeo inhumano murieron 23.000 civiles. Andreas era entonces un niño de tan solo
cinco años.
Su figura entró a formar parte del elenco de los “médicos que hicieron historia” como
el cardiólogo al que le cupo la gloria
de haber realizado con éxito la primera dilatación intracoronaria con balón
inflable (angioplastia), para restablecer
el flujo sanguíneo en una arteria coronaria ocluida por la
arterioesclerosis.
Comenzó sus estudios de Medicina en 1958 en la Universidad de Heidelberg, licenciándose
en 1964. Luego, pasó por una serie de centros médicos en Mannheim , Hannover ,
Bad Harzburg y Ludwigshafen. En 1967,
obtuvo una beca para estudiar durante seis meses en la Escuela de Higiene de la
Universidad de Londres (RU).
Sus investigaciones y trabajos se centraron en los factores
de riesgo responsables de las enfermedades cardiovasculares.
En noviembre de 1969,
Grüentzig y su esposa, Michaela,
se trasladaron a Suiza para trabajar en el departamento de angiología del Hospital Universitario de Zurich. Con
este traslado se iniciaba, en su hasta entonces azarosa vida, el cambio con el
que conseguiría el reconocimiento de la comunidad médica internacional.
A finales de la década de 1960, Grüentzig estudió en profundidad el procedimiento de dilatación
intraarterial que había desarrollado
previamente y de modo experimental el cardiólogo norteamericano Dr. Charles Dotter.
Grüentzig realizó la
primera angioplastia coronaria en un ser humano el 16 de septiembre de 1977 en
el Hospital Universitario de Zurich (Suiza).
El procedimiento lo llevó a cabo para tratar una severa lesión estenosante en
la parte proximal de la arteria coronaria descendente anterior, un vaso
encargado de irrigar la pared anterior del ventrículo izquierdo. El grado de
estrechamiento de la arteria era muy comprometido (> 80%) lo que suponía un
elevado riesgo para la vida del paciente, afectado de una angina de pecho
refractaria.
Tras el procedimiento, el paciente quedó libre de angina mejorando
su calidad de vida y disminuyendo el riesgo amenazante de un infarto de
miocardio. Al cabo de 10 años, una
coronariografía mostró que la intervención dilatadora hecha por Grüentzig en aquel primer paciente mantenía
perfectamente permeable la arteria angioplastiada.
En la Reunión Anual de la American
Heart Association de 1977, Grüentzig
presentó los resultados exitosos de sus primeras cuatro angioplastias. El
hecho fue reconocido como un paso de gigante en la lucha contra la cardiopatía
coronaria. Grüentzig manifestaría años más tarde que “su plan de acción” y el
catéter utilizado en su primera angioplastia lo fabricó “cuidadosamente” en la
cocina de su casa de Zurich.
Los excelentes resultados de los primeros casos revolvieron
el mundo clínico cardiológico con una creciente aceptación y un continuo desarrollo de la técnica en muchos hospitales
de los cinco continentes. Pero también hubo sus críticas iniciales,
particularmente de los cirujanos cardiovasculares que vieron en el
procedimiento una “amenaza” que mermaría las intervenciones quirúrgicas de by-pass aortocoronario. Para 1990 los procedimientos de recanalización
coronaria por angioplastia ya superaban ampliamente a las intervenciones de by-pass aorto-coronario a tórax abierto.
Pocos años más tarde, y tratando de evitar un problema
relativamente frecuente como era la reestenosis de la arteria intervenida, se
propuso la implantación de muelles expansivos (stent) lo que supuso otro gran avance en el tratamiento de la
coronariopatía oclusiva. Hoy en día, angioplastia y stent son dos procedimientos inseparables usados conjuntamente para
la dilatación y la permeabilidad de las arterias coronarias.
En la angioplastia, el baloncillo inflable instalado en la
punta del catéter que se introduce a través de una arteria (radial, cubital o
femoral) se sitúa frente a lesión coronaria a tratar para luego hincharlo con
suero fisiológico a una presión que oscila entre 7 y 25 atmósferas. Una vez
pulverizada la placa de ateroma, se retira el balón de angioplastia y se
instala el stent que, plegado sobre
sí mismo, se expande en el punto adecuado para mantener recanalizada la arteria.
El éxito de Grüentzig
sigue siendo un importante avance y una gran contribución médica al demostrar que
“desde fuera”, y sin cirugía abierta, se pueden operar arterias de manera
segura y resolutiva devolviéndoles su calibre original y restaurando el flujo
sanguíneo. La angioplastia no ha quedado reservada únicamente al corazón; el
procedimiento también se utiliza para dilatar otras arterias como las renales,
carótidas, cerebrales, mesentéricas, de miembros inferiores y la aorta, sin necesidad
de recurrir a una cirugía mayor con anestesia general.
El propio Grüentzig también
se sometió a una angioplastia con la idea de demostrar la seguridad y la
eficacia de la técnica que él desarrolló. Finalizado el procedimiento, se
levantó de la mesa de cateterismos, se vistió y regresó a su despacho para
continuar su trabajo cotidiano.
Viajó por todo el mundo científico pronunciando conferencias
y ayudando a otros colegas en el conocimiento y mejora de la angioplastia
coronaria transluminal percutánea. Tuvimos la oportunidad de oírle en España en
una de sus apasionantes intervenciones. Era, además, un gran comunicador.
Una soleada tarde de domingo, Andreas y su esposa Michaela
salieron a dar un paseo aéreo en la avioneta Beechcraft que habían adquirido meses antes. Decían de él que era
un piloto experimentado. El tiempo se revolvió de repente y una tormenta
imprevista empujó la aeronave hacia la tragedia. Era un 27 de octubre de 1985.
Sucedió en Forsyth (Georgia. EEUU). El cardiólogo contaba 46 años de edad. Hacía
un par de años que se había incorporado como director del Departamento de
Angiología y Hemodinámica en el Emory
University Hospital de Atlanta. Sus cuerpos fueron inhumados en el
cementerio de Riverside, en Macon (Georgia).
Andreas
Roland Grüentzig, por derecho propio, pertenece a esa élite de
científicos “inmortales” y que, a pesar de su prematura desaparición, su legado permanece vivo en las miles y miles
de angioplastias que, desde aquella primera hecha en Zurich, se vienen
realizando en todo el mundo para el bien de los seres humanos.
Este texto ha sido elaborado por el Dr. José Luis Palma Gámiz, director médico de CIENCIA CARDIOVASCULAR (Revista de divulgación científica de la Fundación Española del Corazón) para su número 136.
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